-  CARLOS -  PABLO -  ALBERTO -  LUIS -  FERNANDO-  WENCESLAO -  RAFAEL -  HUGO -

    
    
Carlos se casa
    
    


    
     La cosa es que, tras terminar su servicio militar en 1927, Carlos se puso a trabajar en serio porque era consciente de que había llegado la hora de pensar en el futuro y sentar cabeza (como se decía entonces)

Esta es la célebre foto de 1926, la que se hicieron todos los hermanos y que sirve de referencia única para ver como había crecido cada uno de ellos en ese mismo momento.

Además, también sus amigos empezaban a tener novias y por tanto, no cabía la menor duda de que lo suyo era ponerse a buscar a la mujer adecuada con la que compartir sus vidas y formar una familia, ya fuera en Málaga o en San Sebastián.

  

Desde luego, todavía estaban las vacaciones de verano y por ahí también andaban las fantásticas escapadas al  casi virginal Torremolinos y a otros lugares de veraneo, casi todos en las cercanías del mar, pero la vida de soltero estaba llegando a su fin.

Como lo prueban unas fotos de 1931 en San Juan de Alicante, en las que aparece acompañado de una chica que no se puede negar sea su novia.

  

Hay otra foto en las que vemos a Selina junto a Carlos y Paz en San Juan, con los tres mayores de Nachy Solís, en 1933, lo que quiere decir que Carlos se llevó ese año a su madre con él de vacaciones y lo hizo porque el año anterior había enviudado y no querrían dejarla sola.

Después de muchos buenos años entre los ocho hermanos, salvo aquel periodo tan doloroso tras la caída del caballo de Wenceslao en Pontevedra, en 1920 y la mucha dedicación y trabajo de los mayores para lograr la recuperación total del padre, la vida de los Serra había vuelto a ser agradable y sin preocupaciones, todo seguía siendo como siempre.

Pero súbitamente se acabó la tranquila rutina de la vida doméstica al morir Wenceslao el 2 de mayo de 1932, en su destino al frente de la guarnición militar de Bilbao.

Tras su solemne entierro con honores de gobernador militar, el compungido Carlos vuelve a casa y, a sus 26 años, asume el hecho de que al ser el mayor de los ocho hermanos, era el cabeza de familia, de una familia particularmente numerosa, junto a su hermano Pablo que todavía no tenía los 25. De los ocho hermanos, cuatro eran mayores de edad en ese momento: Alberto tenía 23 recién cumplidos (y novia formal desde los 17) Luis, con 21 era el menor de los mayores. Los cuatro restantes estaban por debajo de los 21, entonces mayoría de edad para los varones (las mujeres no lo eran hasta los 23) Fernando estaba en los 19, Wenceslao todavía era un chaval, con 17 años. Rafael, con 15 y Hugo, con 13, eran los dos más pequeños y todavía tenían que terminar sus bachilleratos. Selina, viuda ya con 51 años, necesitaba toda el apoyo que sus hijos, grandes y chicos, pudieran darle aunque ella nunca nada pediría porque era una mujer discreta y serena, a la que había que conocer muy bien para poder tratar de adivinar cuándo y qué era lo que necesitaba, o simplemente deseaba.

Afectada profundamente por la muerte de Wenceslao, se hizo un poco menos penetrable y se entregó con mayor intensidad a sus devociones religiosas en las que tan profundamente la había educado su madre, Carmen Monteverde.

    
    

Alejandro Solís en una muy estropeada foto con sus hijas mayores, Nachy a la izquierda y Paz a la derecha.

Resulta que tengo un recorte de un periódico de Madrid de fecha 20 de junio de 1934 (debe ser el ABC) que dice: Por la Sra. viuda de don Wenceslao Serra para su hijo don Carlos Serra Hamilton ha sido pedida la mano de María de la Paz Solís y Núñez de Prado, hija de don Alejandro Solís y Sra." Pedida y otorgada la mano de Paz a Alejandro Solís por parte de Selina Hamilton, viuda de Serra para su hijo Carlos, en una forma que recuerda mucho a la historia ya contada en el capítulo Documentos, cuando Mamá Lola escribía aquellas encantadoras cartas a Charles H. Hamilton pidiendo la mano de Selina para su hijo Wenceslao, Carlos y Paz establecieron sus objetivos y los fueron cumpliendo, hasta llegar al día de su boda.

Paz y Carlos, una vez formalizada su relación, de paseo por Madrid con tía Fanny de carabina, claro.
No sé quién hizo la secuencia fotográfica, pero resulra curiosa.

Pero hay que detenerse un momento para explicar cuál fue el camino seguido hasta llegar a esa decisión. Pues es sencillo explicar cómo sucedió. Una vez que la situación familiar se hubo regulado y estabilizado, Carlos ya se dedicó a formalizar su situación personal.

En aquel Madrid tan reducido, contaba con un plantel de excelentes, comopañeros de colegio, amigos del barrio y aledaños, como eran Juan Manuel Lorenzana y su hermano José (Pepito Viluma) José Antonio Pascual (Pascualín) Carlos Fresneda, Juanito Monjardín, Carlos Kobbe, Enrique Gil de la Vega (Gilera) Manolo Morán, que por entoces "solo" era aparejador, los Sáenz de Heredia, Eduardo Núñez, Leopoldo Heredia, Leandro Pérez Cosío, los Muñagorri y alguno más que no acierto a recordar ahora.

En casa de Amelia, en 1931. Eduardo es el que está sentado, en el centro de la foto

Sobre todo, tenía novia formal (entonces si se salía con una chica repetidamente, se pasaba a la categoría de novios) desde hacía por lo menos un año, seguramente desde que un día cualquiera su amigo Eduardo le invitase a salir con él, su novia y otros amigos. Eduardo, divertido, impulsivo, extravertido y muy amigo de sus amigos, era marino de guerra, como la mayor parte de su familia, y andaba saliendo con una chica llamada Amelia Solís, con la que estaba encantado con ella y parecía que iba muy en serio en su relación...

Yendo a paso de marcha con Eduardo Núñez por la calle de Alcalá unos cuantos años después.

    
    

Pero antes de seguir con la historia del noviazgo y de la intervención de Eduardo en él, hay que contar algunas cosas memorables de los sorprendentes hermanos Núñez, hijos de Indalecio, marino nacido en San Juan de Puerto Rico en 1874, tres años antes que Wenceslao, nacido también en San Juan en 1877. Dada la coincidencia del lugar de nacimiento y la similitud de edades, supongo que de ahí vendría la amistad entre mi padre y el que sería mi tío Eduardo Iglesias, fue portentoso maquetista del Museo Naval, pero como marino, su difícil temperamento no sirvió precisamente de acicate en su carrera.


    
    

 

UN SALTO CASI MORTAL Y OTRAS HISTORIAS SORPRENDENTES

Digamos que por aquellos años treintas, entre los muchos hijos del Almirante Indalecio Núñez Iglesias (fueron once) había un aviador naval, ya muy famoso por una hazaña portentosa: Antonio Núñez Rodríguez.

  

Antonio Núñez, a la izquierda. A la derecha Juan Manuel Durán.

Ocurrió que, cuando terminaban las maniobras navales de 1926. en Barcelona, chocó en el aire el caza Martinsyde F4 que pilotaba el Teniente de Navío don Juan Manuel Durán (quien junto a Ramón Franco, Ruiz de Alda y Rada había realizado el vuelo del "Plus Ultra", la primera travesía aérea del Atlántico sur, un año antes de Lindbergh) con otro pilotado por el Teniente de Navío don Felipe García Charlo, cayendo al mar Durán y consiguiendo García Charlo tomar tierra a pesar de las averías de su avión.

Un caza Martinsyde Buzzard de la Aeronáutica Naval.

Componían las fuerzas aéreas dos dirigibles, dos escuadrillas de la Aeronáutica Naval y media escuadrilla de aviones de caza Martinsyde al mando de Durán.

Desde el dirigible S. C. A., el teniente Antonio Núñez observa la tragedia, desciende hasta 30 metros de altura sobre el mar, cede los mandos al segundo oficial y se lanza desde la barquilla al mar, junto a los restos flotantes del avión. Nada hasta ellos y logra sacar a Duran, manteniéndole a flote hasta que llega el bote que los lleva al destructor Alsedo. A pesar del esfuerzo, la gravedad de las lesiones del teniente Durán hacen que muera en muy poco tiempo.

El destructor Alsedo en 1927.

Por cierto, hay que tener en cuenta que en caída libre desde 30 metros de altura, la velocidad al entrar en el agua es de unos 85 km/h, velocidad casi mortal. 


    
    

Este hecho está documentado por la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos, en su boletín de 1 de octubre de 1.926, en el que se puede leer:

Barcelona.
Hecho heroico realizado por el Teniente de Navío señor don Antonio Núñez para intentar el salvamento de su compañero señor Duran.

El Consejo Superior de esta Sociedad recibió muy amplios informes del señor Comandante de Marina de Barcelona referentes al acto de salvamento que realizó en aguas de aquella costa el Teniente de Navío D. Antonio Núñez, y de su estudio resulta:

Que el día 19 de julio efectuaba ejercicios un hidroavión que tripulaba el Teniente de Navío Sr. Duran (glorioso tripulante que fue también del Plus Ultra), y que, a causa de un choque con otro de igual clase, perdió la estabilidad y barrenando cayó de falondres al mar; que, presenciado el hecho por el Sr. Núñez, que pilotaba un dirigible a corte distancia, sin reparar en el inminente riesgo que afrontaría y afanoso dé socorrer a su querido compañero, se arrojó al agua desde 30 metros de altura, sumergiéndose a muy grande profundidad, y cuando apareció de nuevo en la superficie se dirigió a nado hacia el aparato, que ya estaba casi hundido, y buceó entre sus restos reiteradas veces, hasta que logró coger y sacar del destrozado avión al Sr. Duran, pero mortalmente herido; que en sus brazos lo sostuvo mientras que acudió un bote del Alsedo que recogió a ambos.

Considerando que este Oficial, al lanzarse desde el dirigible, contra la más viva oposición de otros que lo tripulaban, puso en inminente riesgo la vida y demostró un heroísmo insuperable.

Considerando que el hecho de haberse metido entre los restos del aparato, que lentamente se hundía, hasta conseguir hallar el cuerpo del náufrago, exponiéndose a haber sido arrastrado hacia el fondo al sumergirse aquél, fue de una temeridad sin límites, reveladora de una extremada abnegación y gran altruismo.

Considerando que la exposición vencida fue aún mayor porque una fuerte marejada dificultaba y entorpecía los movimientos del nadador, sobre todo al bucear repetidas veces.

Considerando que está demostrada la exactitud de estos hechos, no sólo por la información practicada, sino por el testimonio unánime de cuantos lo presenciaron, El Consejo Superior ha concedido la Medalla de oro de premio, que es la más alta recompensa de que dispone, al Teniente de Navío D. Antonio Núñez, y le felicita efusivamente porque desde hoy consta en su historial de marino de guerra una página tan brillante y honrosa. (5 agosto 1926)

 


 

Hay que decir que el Alsedo sería mandado por otro hermano, Manuel Núñez Rodríguez, en agosto del 36.

Antonio llegó a general de división de ingenieros aeronáuticos y fue Director General del Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA) y director general de Infraestructura.

 


 

Otro hermano, el marino Francisco Núñez comandante de submarinos en los años 30 tuvo una brillante carrera naval, llegando a Almirante en 1956 e interviniendo en un hecho sorprendente: la persecución de la piratería renacida en el siglo XX.

Ocurrió que el 20 de enero de 1961 subió Henrique Galvão a la motonave portuguesa "Santa María" en una escala en La Guaira, Venezuela.

Se trataba de un ex capitán del ejército portugués, exiliado en Venezuela, e iba acompañado de veintitantos revolucionarios de todo tipo, comunistas y anarquistas españoles y portugueses englobados en un voluntarista grupo denominado DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación)

Una vez en aguas abiertas el grupo se lanzó a secuestrar el barco y la resistencia inesperada de la oficialidad portuguesa se tradujo en varios marinos mercantes heridos y un pasaje horrorizado. Para tratar de reconquistar la atención mundial Galvão, desde el barco detenido en medio del Atlántico, invitó a los marinos americanos de los barcos que lo habían localizado a subir a bordo, para explicar las razones de su asalto como un acto revolucionario contra los dictadores de España y Portugal. El "Santa María" ahora re-bautizado "Santa Liberdade" estaba rodeado por navíos de la US Navy y no se sabía cómo terminar con aquella situación disparatada.

Desde España había zarpado el crucero Canarias con una dotación de infantería de marina lista para el abordaje, si es que intentaban llegar a Fernando Poo a sublevar la isla, como habían anunciado. Al mando estaba Francisco Núñez, dispuesto a acabar con aquella situación y, al saberse que el Canarias cortaba el paso y Galvão ni siquiera tenía recursos para reponer el fuel-oil gastado durante más de una semana de navegación incierta, así que seguidores decidieron ir hacia Brasil, enfilando el puerto de Recife y allí se entregaron el día 3 de febrero, tras negociar con al gobierno brasileño de Janio Quadros.

Digamos que Janio Quadros se haría después francamente impopular al prohibir el bikini, las apuestas y las peleas de gallos, eso además de condecorar al "Che" Guevara y establecer relaciones diplomáticas con Cuba y La Unión Soviética para atraerse a la izquierda, pero no la atrajo y perdió las elecciones frente a Juscelino Kubitschek, el "padre" de Brasilia.

 


 

En 1962, Francisco Núñez fue nombrado Gobernador de Guinea Ecuatorial. Durante su mandato, se dio autonomía a la colonia, convirtiéndose en 1965 en el primer alto comisionado de Guinea Ecuatorial. En 1966 terminó ese cargo y pasó a ejercer como Capitán General del Ferrol, cargo que ocupó hasta 1971.

Lo que resulta más curioso es que a él no le gustaba demasiado embarcarse, porque con mar revuelta se mareaba como el que más y lo pasaba tan mal como los turistas que tenían que cruzar el Canal de la Mancha en ferry, que entonces no había ni túnel ni vuelos baratos.

 

    
    

 

Acabada la presentación de los Núñez, pasemos a ver qué chica le gusta a Carlos de aquellas que conoce a través de Eduardo y Amelia. Pues sí, se trata de la hermana mayor de Amelia, es Paz Solís y Núñez de Prado, una chica que se tuvo que venir de Sevilla a Madrid a principio de los 20, porque allí no había manera de aprobar el examen de Estado siendo mujer. Al parecer, el presidente del tribunal había venido a decirle: "Señorita usted estaría mejor bordando en casa."

Total que don Alejandro Jaime Solís Greppi y doña Ignacia Núñez de Prado y Zabala se vinieron a Madrid y se instalaron en la calle del conde de Xiquena, 6, cerca del Ministerio de la Guerra (recibiendo más de un tiro perdido en las muchas asonadas de los turbios años de la II República)

Pero Alejandro Solís no solo volvía a su Madrid natal por la educación universitaria de su hija mayor. Resulta que el matrimonio vivía en Utrera y debido a la depresión habida tras la Gran Guerra, sus rentas se habían acabado por venir abajo y los amigos le dijeron que no se preocupase por el bache, que entre todos le pasarían una cantidad mensual más que suficiente. Enterada de ello Ignacia, una buena representante de la mujer vasca, natural de Zarauz, Guipúzcoa, le contestó que de eso nada, que tenía que buscarse un empleo y empezar a trabajar como era debido.

Así era de joven Ignacia Núñez de Prado y Zabala, natural de Zarauz, partida de Azpeitia, Guipuzcoa.

Paz en Utrera con sus padres, tras la cancela de la casa y, años después, con su madre.

Decidido a empezar a trabajar, Jaime comunicó a sus amigos cuál era la opinión de su mujer y estos le respondieron al unísono: Si trabajas te vas de aquí, no nos vas a hacer pasar vergüenza. Total que a Madrid se vinieron los padres con sus cinco hijas, Paz, Nachy, Amelia, Patro , Silvia y Fernando, el único varón que ya iba para marino de guerra. Aunque no sé donde nacieron los demás, si que puedo asegurar que Paz y Fernando eran naturales de Málaga y que también hubo otra hermana, una niña con unos espléndidos ojos azules bautizada Aurora, que murió con muy pocos meses el 26 de enero de 1915. Por cierto, he sabido que hay una poetisa de la época llamada Elvira Solís Greppi que publicaba sus trabajos en la prensa madrileña y también he tenido información de un tal Pedro Solís Greppi, pero ya no queda quien me pueda aclarar sin eran o no hermanos del abuelo Alejandro.

El enorme y desvencijado caserón que fuera palacio de los Gómara, a finales del siglo XIX, con la mayor parte de sus ventanales tapiados.

También sé, por relatos de mi madre que había unos antepasados en Soria y Almenara de Soria, no sé si por parte paterna o materna, que algo tenían que ver con los Gómara, pues habitaban, es un decir, las desvencijadas estancias del enorme y abandonado palacio de los condes de Gómara. Me contaba mi madre lo que a ella le había contado su abuela de aquellos parientes sorianos, que tenían costumbres más propias de gente ruin que austera. Habitaban en una parte del enorme caserón de piedra que se mantenía más entera y se quejaban, a quien quisiera escucharles, de que en invierno hacía tanto frío dentro del edificio como en plena calle y eso es algo tremendo, pues Soria es una de las capitales más frías de España.

De lo que sí estoy seguro es que en la familia de mi madre había la costumbre de pedir el turno de una capillita portátil que tenía en su interior un grabado de la Virgen de la Llana de Almenara, que una buena mujer, la santera, encargada de su cuidado y traslado, traía a casa y pasaba después a alguna otra de las hermanas Solís, en una devoción itinerante que coincidía con las épocas de enfermedad, exámenes u otras aflicciones previsibles.

Hay que decir que el señor Solís se movía como pez en el agua en el mundo de los seguros, pues empezó a trabajar en "L’Union et le Phenix Espagnol", que así se llamaba esa aseguradora desde el año de gracia de 1864 que fue cuando estableció Le Phenix en Madrid la central de su filial española.

La sobernia estatua del fénix se fundió en los talleres de Monduit & Bechet, los mismos que se encargarían de fundir las grandes piezas de bronce de la estatua de La Libertad de Nueva York, ni más ni menos.

Se contaba que Solís había sido el primer agente de Le Phenix que consiguió un seguro de vida por un importe de UN MILLÓN DE PESETAS, cifra impresionante puesto que en los años veinte todavía muchos españoles contaban sus caudales en reales, es decir, en cuartos de peseta, porque una peseta resultaba a veces mucho dinero. Contaba mi abuelo materno Alejandro, o Jaime, que de las dos formas lo llamaban los demás, que un día, subiendo en un ascensor hidráulico tan lento como solemne, en un edificio del centro de Madrid, coincidió con un viejo y adinerado conocido que, al verlo en Madrid, le preguntó qué estaba haciendo y Alejandro le respondió: seguros y propuso hacerle uno de vida por un importe de un millón de pesetas, para garantizar la tranquilidad de su familia en caso de que sucediera tal desgracia. Al amigo le hizo gracia la propuesta y firmó inmediatamente la póliza, supongo que ya fuera del susodicho ascensor, pues no parece que la travesía vertical diera para mucho más que empezar la conversación.

Una vez que Alejandro Solís llegó a las oficinas de Le Phenix y contó su hazaña, que lo era y mucho, sus compañeros tardaron mucho en creérselo, pero Alejandro Solís se convirtió desde ese mismo momento en el mejor agente de la compañía.

Y desde El Fénix, como se llamó después de la guerra, cuando se impusieron las denominaciones patrióticas, consiguió trabajo para muchos jóvenes cercanos en los que podía confiar, porque el trabajo bien hecho estaba por encima de los intereses particulares. Sé que debió estar también en el Banco Español del Río de la Plata, porque tengo la tapa en plata de una petaca en la que está grabado, junto al largo nombre del banco la frase "Huelga de Agosto de 1923" y supongo que algún papel preponderante tuvo que tener él en aquel paro general de la banca de 1923 para que le regalasen sus compañeros un objeto de tan significativo. Por cierto ese cúmulo de huelgas actuó como un detonante para la formación del Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera, apoyado especialmente desde la patronal catalana.

Lo importante es que Carlos y Paz también se encontraban a gusto juntos, como se puede ver en estas dos fotos hechas en Amer, en las que están tan atractivos como las estrellas de Hollywood, a pesar "de la que está cayendo".

Fotos de boda, la primera y segunda, ante el altar de la iglesia de Santa Bárbara, la tercera en el estudio de Amer.

Todo debía marchar muy bien en esa relación porque relativamente pronto, para lo que eran los noviazgos de entonces, en noviembre de 1934, Carlos y Paz se casaron cerca de casa de la novia, en la iglesia de Santa Bárbara y después de una hermosa ceremonia llevaron a sus invitados a merendar al Ritz, para empezar con estilo y buen pie sus días como matrimonio.

De Conde Xiquena, 6, a Santa Bárbara, donde desemboca la calle, solo hay un par de manzanas.

Recibo del pago de 375 pesetas cobradas por la parroquia de Santa Bárbara por la boda del día 5 de noviembre, incluidos "los aumentos de alfombra, luces del altar, eléctrica, reclinatorios, etc."

Y la factura del Ritz, por los 171 invitados + 10% de gratificación + orquesta = 2.006 pesetas, no está mal, unos 12 euros... Pero entonces cada peseta valía bastante más de lo poquito en lo que se quedó al final de su vida.

En el 36, el 11 de marzo, nace Carlos Serra Solís, Carlitos para todos sus tíos, primer nieto de Selina. Cuando todo es alegría, una negra sombra de tristeza se materializa sobre tía Fanny por el desencanto de que a ella le niegan la ilusión de ser la madrina del primero. Para más INRI nace Josechu Serra Marcet el 27 de julio de 1936, con una guerra civil en marcha, y tampoco puede ser madrina del segundo nieto porque esta vez no es cuestión que se hayan elegido los padrinos sin contar con ella, es que está separada del recién nacido nada menos que por los frentes de guerra y ¡vaya guerra!

En esos días de julio Paz está en las Navas de Riofrío o, para ser más precisos en las Navillas, empezando un largo veraneo de la época en el frescor del campo segoviano. Sucede que Carlos pasa el domingo 12 con ellos y se vuelve esa noche en tren a Madrid, a su trabajo en La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid (este era entonces el nombre de la entidad)

Paz en las Navillas.

Paz le advierte de que tenga cuidado que la situación se está poniendo muy mal, pero Carlos responde que no se preocupe que el próximo sábado, 18 de julio, estarán todos juntos otra vez. Como resulta comprensible, ese sábado no hay tren ni carretera que valga que pueda llevar con vida a Carlos desde la capital a la zona de los facciosos, como también se decía entonces. Las vacaciones van a durar meses y meses, de muy distinta manera que las del Madrid del no pasarán, las checas, los paseos y el hambre, donde es mucho más fácil ser detenido, muerto y tirado en la cuneta que encontrar patatas, un huevo o media barra de pan.

Madre e hijo, felices de estar juntos.

Optimista hasta la médula a Carlos le invitan los amigos para que vaya a sus casas contarles dulces mentiras en voz baja y él les dice una y otra vez que las tropas de Mola, o de Queipo, o de Mizziam, o de Aranda, el que esté más a tiro, van a entrar en Madrid en una semana y que todo se va acabar muy pronto. Un día del verano del 36 un compañero del Monte de Piedad le dice que un familiar suyo, veterinario en Getafe, puede disponer de carne de burro recién sacrificado (o muertos en los combates, que no se especificaba el origen) y allí se va Carlos, andando desde la parada del metro de Legazpi hasta el pueblo de Getafe, junto al fusilado cerro de Los Ángeles, más de veinte kilómetros a pie entre ida y vuelta. Pero se vuelve tan contento pensando en lo bien que le va sentar la carne a los niños de Nachy que no tienen muy buen color, mientras cae la tarde, a punto de que le coja el toque de queda, con su pieza de burro bien envuelta en periódicos, para que no se vea que es carne que eso puede costarle terminar en una checa. Al final, ya con la calles a oscuras, por mor de los bombardeos, llega a casa de su cuñada que se quedó atrapada en Madrid con sus cuatro hijos. Esa misma noche se empieza a cocer la pieza de burro, a ver si se consigue ablandar para el domingo que viene.

Fusilando al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles.

En una de esas visitas a casa de Nachy, entran en la casa unos milicianos y, al verlo, anuncian que se va ir con ellos porque "tie’que sé el Jiménez Ontiveros" que ha sido denunciado por el comité de su pueblo, Sierro, en Almería. Y se lo llevan sin más. Carlos les dice que él es Carlos Serra, como pone en el carné del sindicato que hay que llevar, pero nada, se lo llevan nada menos que a la Checa de Fomento, de donde nadie sale vivo. Afortunadamente, al entrar, se cruza con un miliciano compañero de trabajo en el Monte, hijo de un pastor protestante, que le espeta ¿Pero Carlos, dónde vas? Al oirle, sus captores, que lo conocen bien, se detienen y le espetan ¿De verdad se llama Carlos, compañero?. ¡Claro!, les dice el miliciano, estamos juntos en el Monte desde hace años. Entonces, sin más le sueltan, diciéndole con cara sonriente ¡Joé compañero, de la que t’as librao! Y Carlos, que no termina de creerse la situación se vuelve andando a casa de Nachy, a tranquilizarla, porque bien supone que su cuñada debe creer que ya está muerto y lo peor, que lo ficharían y darían el paseo como si fuera su marido, ese "Jiménez Ontiveros" y de la suerte de Carlos no quedaría la menor constancia.

Desde noviembre del 36, los nacionales se sitúan en la Casa de Campo

En otra de las muchas visitas a casa de Nachy, cuando entran los milicianos, está toda la familia cenando lo que se haya conseguido ese día y uno de los niños se queja de lo mala que está la cena. Un miliciano joven, en plan paternal le espeta: "Si no comes bien, te fusilo aquí mismo", apuntándole con su mosquetón y sonríe, contento del buen ejemplo dado; el niño se termina la berza o lo que sea sin rechistar, claro. Mientras, los mayores, más callados que el niño, con un rictus que pretende ser sonrisa, pretenden que todo va bien, esperando a que pase el trance y se acabe el esperpento por esa noche. Mañana ya se verá que es lo que depara la nueva jornada.

La foto está hecha en plena guerra, pero parece como si Carlos, un poco demacrado pero hecho un figurín, fuera a una cena en La Gran Peña de Madrid.

En un momento dado, llaman a la quinta de Carlos a filas y su hermano Fernando que tiene un soplo cardiaco, se presenta por él y dan a ese "Carlos" por inútil, destinándole a un batallón químico en El Pardo en donde hacen el paripé unos cuantos enchufados. Meses después llaman a su hermano Pablo y Fernando repite la jugada; Pablo también se libra por inútil. Finalmente, cuando bastante después llaman a la quinta de Fernando, éste se va más tranquilo que don Tancredo a la caja de recluta de la junta municipal. Le hacen una somera revisión médica y lo declaran "apto". La sorpresa es mayúscula, pero Fernando no puede alegar que ya había sido rechazado en otras dos revistas y librándose del servicio con su renqueante corazón, ahora quieren echar a la línea de fuego a todo el que respire, aunque sea de mala manera.

Finalmente, en el tercer año de penurias y peligro, a través de la embajada británica, que protege a Selina Hamilton como súbdita de su graciosa Majestad, Carlos consigue un salvoconducto para ser evacuado a Gandía, en la misma expedición en la que sale su cuñado Julio Albert, que marcha en un grupo de 150 refugiados de la atestadísima embajada de Cuba, una instalación diplomática que se encuentra en la misma situación de hacinamiento de refugiados que el resto de las embajadas y legaciones de Madrid, con la de Noruega a la cabeza de ese asilo masivo, prácticamente puesto en marcha por el magnífico y prácticamente ignorado cónsul honorario Félix Schlayer que logro salvar a más de mil personas de una muerte segura sólo en el primer año de la guerra.

Postal comprada (o regalada) a bordo del Hood.

Aspecto general del Hood en 1937.

Por fin, tras un viaje largo e incómodo, con la sensación de que algo puede salir mal en ese corto pero inacabable trayecto, llegan el 3 de noviembre de 1938 al puerto de Gandía. Tras otro pase por el control de documentación y la revisión de sus escasos equipajes, los ciento cincuenta refugiados embarcan en el acorazado británico H.M.S. Hood, orgullo de la flota, que espera el cargamento de refugiados que va a de sacar de allí para llevarlo a Marsella. El Hood, flamante en su pintura gris claro de la Flota del Mediterráneo reluce ante los refugiados como un verdadero sueño. Una vez a bordo, seguros de que ya nada puede detenerlos, todo es orden, limpieza, sanidad, comida y tranquilidad. Más tarde, el acorazado zarpa con rumbo norte.

Los refugiados a popa del Hood en la zona llamada del almirante. La flecha señala la posición de Carlos y Julio

Ampliación de la fotografía anterior.

Desembarcan del Hood en Marsella al día siguiente. Una vez pasados los controles de la poco amistosa aduana francesa, se las ingenian el "inglés" Carlos y el "cubano" Julio para volver junto a sus familias cruzando rá:pidamente el sur de Francia, para llegar a la frontera de Irún el mismo día. Y, a pesar del caótico desorden que se cierne sobre la España en guerra, desde la base de las fuerzas de bloqueo del Mediterráneo en Palma llega al destructor Huesca con fecha 4 de noviembre de 1938, un solemne telegrama firmado en nombre de S.E. el almirante jefe por el capitán de navío jefe del Estado Mayor Ramón de Ozamiz, para comunicar al teniente de navío Solís que: "Julio Albert y Carlos Serra han sido evacuados de Madrid y salieron ayer de Gandía para Marsella en el Hood", lo que demuestra que la Armada siempre funciona como un reloj suizo y no se le escapa nada de lo que suceda en España porque la Royal Navy, a través de Gibraltar y sin pasar por Londres, informa puntualmente a la Armada Española, porque los bárbaros asesinatos de oficiales de los primeros días de la guerra civil les hizo ver claramente cuál era el bando al que debían tener informado.

El telegrama en cuestión.

Por fin, al otro lado de la frontera, el permiso para ir a San Sebastián de vuelta a una España distinta.

Del Hood volverán a tenerse noticias dos años y medio más tarde, cuando en la persecución y hundimiento del acorazado Bismarck, el Hood resulta alcanzado por una salva de aquél y se hunde en pocos minutos. De los más de 1400 tripulantes del Hood sólo se salvan tres marineros. Seguramente, los refugiados de noviembre del 38 han convivido con alguno de esos marinos ahora sepultados en las negras aguas del Atlántico norte.

Precisamente, el impacto que hundió al Hood cayó casi en vertical en esa zona en donde los refugiados se habiían hecho la foto de grupo.

Y del marino Fernando Solís, hermano de Paz y cuñado Carlos, hablaremos un poco más adelante, cuando Carlos llegue a Sevilla, vía Salamanca porque ese es el largo recorrido que tiene que hacer para reunirse con su mujer y su hijo que ya tiene dos años y nueve meses, pasados en gran parte en Las Navillas, con la compañía impagable de los Feu, los Vistahermosa, los Rafecas, los Losada y tantas otras familias atrapadas en las vacaciones más largas y tensas de sus vidas.

En Sevilla Carlos vuelve a vestirse de uniforme a los 33, esta vez incorporado a la reserva y sin hacer servicio de armas, como siempre será escribano, como en el Inmemorial del Rey once años atrás. Decía que jamás había pasado tanto frío en su vida como el que sufrió en Sevilla durante ese invierno de 1938-39 y es que en la ciudad, pensada desde los Tartesos para librarse del sofocante y pegajoso calor húmedo del largo verano del valle del Guadalquivir, no tenía nada preparado para los también húmedos, pero fríos, días de invierno y el resultado era tener que pasar frío sin poder echar mano de ningún recurso, porque total, "para cuatro días que hace fresquito..." pero esos meses de frío debían ser interminables para Carlos, que pesaba menos de 50 kilos. Por las noches, Carlitos le pedía una y otra vez a su padre: "fuéntame fuentos de madrí" Y con esos cuentos de la gran ciudad que ansiaba conocer se dormía el primogénito todas las noches.

Ahora contaré algo sobre ese Fernando Solís, el único varón de la familia y teniente de navío del "Huesca" cuando Carlos sale de Denia para Marsella.

Fernando Solís en uniforme de gala

El destructor Huesca, vendido por Italia a toda prisa para paliar la falta de material de los nacionales.

Resulta que en uno de sus viajes como marino de guerra recala en La Habana y entre muchas bellezas locales, conoce a una chica muy atractiva en una de las fiestas con las que la ciudad y la alta sociedad local agasajan a los marinos españoles. Como resulta que Fernando es muy bien parecido, la joven Olga Gómez-Mena no tarda en reparar en él y, claro, tras una corta relación por carta, la historia termina en una fastuosa boda el 20 de septiembre de 1935, en la casa familiar del Vedado (Avenida de los Presidentes y Calzada del Vedado, para ser precisos)

Pasada la larga luna de miel, Fernando vuelve a España para incorporarse a la Armada. Nace muy pronto el primer hijo, Fernando Luis, en la Habana en julio de 1936 y en el 38, cuando la guerra parece decidida a favor del bando nacional, madre e hijo vienen a España a reunirse con Fernando.

Una anécdota de la época: Cuando Fernando Solís va a Italia a hacer un curso de hidros, en una de los despegues al avión se le para el motor, entra en pérdida y se desploma, haciendo un amerizaje horrible, pero no le pasa nada al alumno español. Revisado el hidro en los talleres de la base, se encuentra agua de mar en la boya del carburador, intencionadamante puesta allí para que al elevar el morro el avión entrase el agua a los clindros en lugar de combustible y provocar el accidente. Si el hidro se hubiese hundido, habría sido normal que hubiera agua de mar en el carburador y no se hubiese podido encontrar la causa del accidente, que habría sido atribuida a un fallo de pilotaje. La razón de aquel sabotaje estribaba en que la Regia Aeronautica era eminentemente fascista y la Regia Marina fundamentalmente monáquica, eso hacía que existiese algo más que rivalidad entre los cuerpos.

Todos reunidos, a poco de llegar Olga y Fernando Luis.

Fernando Luis ya es un todo un muchacho, como dicen en Cuba.

Su llegada a Gibraltar es espectacular, pues desembarcan del trasatlántico italiano "Conte Biancamano" no sólo ellos sino que les acompañan dos barcazas, la primera con el abundante equipaje de Olga y un majestuoso sedan Packard de 1936 y la segunda repleta con toneladas de material sanitario, alimentos y ropa, reunidos por su tía María Luisa, condesa de Revilla Camargo, para ayudar a los hospitales españoles.

El Packard sedan con placas cubanas que bajó con Olga del trasatlántico.

El reverso de la foto del coche lleva el visto bueno de la censura. No sé si pensaban que algo tan grande podía ser material militar.

María Luisa Gómez-Mena.

Afortunadamente, cuando subió algo el termómetro en Sevilla y el sol empezó por fin a calentar un poco más cada día, ya estaba la guerra tocando a su fin. Y acabó oficialmente el 1 de abril del 39. Desmovilizado el soldado Serra, el matrimonio volvió a Madrid, a buscar casa, una tarea de aúpa tras la destrucción y el abandono de aquellos casi tres años de locura.

Encontraron una casa que a Paz no le gustó demasiado, pero entraron a vivir en ella, aunque estuvo bastantes meses sin decidirse a deshacer todas las cajas de la mudanza, en la esperanza de que apareciese otro piso más céntrico porque ésta estaba en Serrano, 114 o, como decía mi madre con aire de tragedia, "al final de Serrano" y casi era cierto lo que decía, porque la calle desaparecía, como el Guadiana al llegar a lo que ahora es María de Molina, porque había una pequeña colonia de casitas que se unían a los de la cuesta de Serrano y la calle se interrumpía ante sus vallas y jardines y volvían después a trepar hacia la plaza de la República Argentina, frontera de la colonia del Viso, que esa sí que estaba a las puertas del campo. También decía mi apesadumbrada madre, al situar nuestro domicilio ante algún nuevo interlocutor, que nuestra casa estaba "pasado Diego de León", de un modo tan teatral como si dijera Plauto "más allá de Roma", o Esquilo "al otro confín de Atenas".

El paseo de Recoletos sin coches, bueno todo Madrid estaba sin coches y sin tantas otras cosas...

Y se acabó el año 1939, con la familia Serra compuesta por Carlos, Paz y Carlitos, en un domicilio provisional que iba a serlo durante un cuarto de siglo, 26 años para ser más exactos.


    
    

  

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