-  CARLOS -  PABLO -  ALBERTO -  LUIS -  FERNANDO -  WENCESLAO -  RAFAEL -  HUGO -

Rafael Serra Hamilton

Este es el séptimo hijo, el séptimo varón.


Se trata nada menos que de Rafael Bernabé Wenceslao Serra Hamilton,
nacido a las 9 y 1/4 de la mañana en Hermosilla, 12, Madrid.

Como bien lo dice la agenda, el 20 de junio
de 1916 se bautizó en la Concepción
Padrinos Juan Hamilton y Fanny Hamilton,


Ahora somos siete y este que ven es el último. Carlos, muy serio, sostiene con firmeza a Rafael mientras un alegre Pablo se encarga de Wenceslao, el anterior y los 7 posan para la posteridad, como una familia de las de verdad.

Realmente, no hay muchas imágenes del séptimo en llegar, por lo menos, no las hay en solitario, pero sí que está en todas las fotos de grupo que se hacía la familia, como esta en las escaleras de la casa de Meco con la anotación de Carlos, el hermano mayor.

Y también otra foto mucho más formal con sus padres y todos los hermanos vestidos de domingo y en perfecto estado de revista.

Y como se puede ver, Rafael sí que está muy pendiente de su madre, no le quita ojo, no sea que se vaya a quedar relegado al semiolvido de toda familia más que numerosa.


Y lo mismo podemos decir de esta otra ocasión de posar todos reunidos ante el fotógrafo.

En este caso Rafael pone la mano sobre el hombro de su madre, para asegurarse aún más de su presencia.


Rafael está a la derecha de la foto, en el séptimo y último lugar, por el momento.
Aunque sea muy pequeño, mantiene la formación con el mismo estilo y dignidad que sus hermanos mayores.
Son, Carlos, Pablo, Alberto, Luis, Fernando, Wenceslao y él, todavía sin derecho a pantalón.

Ahora ya han nacido los ocho hermanos y están reunidos, como siempre la foto anual se hace en la escalera de Meco, para que quede constancia del permanente crecimiento de los serras.

Pero ahora el que está en el centro, junto a su madre es Hugo. Mientras Rafael, aunque consigue estar cerca de su padre, ha perdido el breve privilegio de ser el pequeño de la casa.

En resumen, un chico excelente, de verdad.


En aquellos días, la familia vivía en una casa en la calle Hermosilla de Madrid, naturalmente muy cerca de la iglesia de la Concepción donde tantos de ellos se bautizaron. En esa finca número 12 (hoy 22) los serras ocupaban (¡y de qué manera !) un piso y en otro de la misma casa estaban las muy numerosas hermanas Soriano, chicas todas ellas. Esa masa infantil era la pesadilla constante de la pobre portera, que se veía sometida al exceso de vitalidad de los niños de la casa.

Muchos años después, una de esas hermanas numerosas y vecinas, Carmen Soriano, contaba cómo se llegó al colmo del disparate, el día en que los pequeños serras decidieron hacer "volar" a Rafael. ¿Qué cómo lo hicieron? Muy sencilla, ataron una silla a las cuerdas de tender que cruzaban el patio y sentaron en la silla a Rafael, de piloto-pasajero de un infernal teleférico y, a pesar de todo, el artilugio aguantó el trayecto sin que se produjera el más que probable accidente. Mientras, el pequeño Rafael, acostumbrado a todas las perrerías posibles desde el que pudiera recordar, recorrió las cuerdas flojas sin rechistar.

Pero la portera vio la escena y, horrorizada por la insensatez de los chicos, trató de avisar a los mayores. Lo que hicieron los niños fue otra maniobra aeronáutica: bombardearla con ejemplares del Espasa que sacaban de la librería de su padre. El experimento terminó sin que hubiera sangre, afortunadamente y, a lo mejor, la peligrosa travesura inspiró a Rafael para hacerse aviador unos cuantos años después. Si las cuerdas de la ropa habían resistido, no sería mucho más difícil el vuelo en aviones de verdad.

Rafael ha terminado el bachillerato y está a punto de elegir el camino de su futuro. Como muchos de sus hermanos, tiene buena mano para el dibujo y, aunque se han perdido la mayoría de sus dibujos, afortunadamente Wenceslao guardó estos dos ejemplos:

Un limpio y elegante dibujo a plumilla de un fox-terrier.

Esta es el magnífico boceto para la tapa de la caja del "Juego de la guerra naval - Crucero Miguel de Cervantes" realizado en los primeros años 30, seguramente a los 16 o 17 años. A la derecha, detalle de la batalla naval.

   


Verano de 1935 en Las Navillas, cerca de Segovia, el último verano antes de la guerra, todos los hermanos, salvo Carlos recién casado, están apiñados alrededor de su madre, viuda desde mayo de 1932, para darle cariño y compañía, porque en eso eran los mejores especialistas, y yo puedo decirlo porque ese modo tan cariñoso de ser con sus sobrinos y hasta con los amigos de sus sobrinos lo he conocido muy bien en todos mis tíos; desgraciadamente no pude llegar a conocer al que me pasó su nombre.

Parece que los siete están jugando "A tapar la calle", también en Las Navillas un lugar con tantos recuerdos, sobre todo para Fernando que en este lugar encontró a Pilar Feu, la mujer de su vida.

Rafael, ampliado de la fotografía superior, sin ni siquiera sospechar que con apenas 19 años está cerca de despedirse de su corta vida civil.

Y no muy lejos de allí en la distancia y en el tiempo debió ser tomada esta foto de Rafael, sentado en el parachoques del Morris, rodeado por su hermano Fernando y su primo Enrique Albert Hamilton, mientras Javier Serra González de Linares está instalado en del techo, dominando la situación.

Rafael y Hugo, en un nuevo grupo familiar mucho menos numeroso que los casi multitudinarios de la infancia, esta vez con la guerra como paisaje de fondo de su interrumpida juventud.

La dedicatoria dice en 4 líneas:
"Para mamá, con todo
el cariño de su hijo
Rafael
2-7-193...


 

En la foto: González Guzmán, Rafael Serra, Ozores, Dieguez, Julián Aragón Muñoz, "El Corto", Domecq, Jiménez Guerra, Encinas y Krug.
Agachados Guervós y Ripollés. Al fondo, algunos he-51 en el aerodromo de La Calamocha.Foto Canario Azaola

 

El Heinkel He-51 era un avión que ya llegó obsoleto de fábrica y que, al fallar como caza por su falta de velocidad frente a los "Chatos" y "Ratas" soviéticos, fue retirado muy pronto de primera línea de combate y destinado a las unidades de asalto o ataque a tierra, en las que sirvió hasta el fin de la guerra.

José Luis Jiménez-Arenas, en su libro "Cadenas del aire", cuenta el primer encuentro con este avión después de haber volado en los venerables "Pavos" Heinkel-45:

... lo primero que hago es dirigirme a la línea a ver de cerca el Heinkel 51.

Su aspecto me gusta, lo considero un refinamiento aerodinámico. Todo está proporcionado.

Visto de frente es el perfecto monoplaza de caza biplano de alas desiguales y amplio tren de aterrizaje. De lado sus alas son decaladas, sus ruedas carenadas le dan gran prestancia y la cola es proporcionada a su tamaño.

Su construcción es de tubos de acero y madera, recubierto de lona y contraplaqué.

Para montarme en él no tengo que escalar tanto como en el Pavo, basta con poner el pie derecho en un estribo que hay en el puro, después el izquierdo sobre el plano, bajar una portezuela que facilita la entrada en la cabina, aunque no es imprescindible y al volver a levantar la pier­na derecha estoy dentro. El paracaídas continúa sirvien­do de asiento. La palanca lleva el mando de las dos ame­tralladoras sincronizadas con la hélice, montadas sobre el motor, con dotación de 1.000 cartuchos, alternando la bala normal con la trazadora, encendiéndose el punto de mira del colimador por delante del parabrisas, cuando se levanta el seguro. A más lleva seis bombas de diez kilos cada una debajo del asiento en un lanzabombas vertical, que pueden lanzarse de un golpe o una a una.

El emblema de la cadena va pintado a los lados, sobre el círculo negro que hay entre el número 2, indicativo del Heinkel 51, y el que le corresponde por su entrega.

Estoy examinándolo cuando se acerca el Corto, con los demás compañeros, diciéndome:

-Va a volar ahora el que está mirando; hará dos tomas, después un picado. Puede salir cuando quiera.

Y también nos dice el peligro que representaba tener siempre cerca a un posible enemigo muy sectario, sin escrúpulos:

Me dan el paracaídas, compruebo está bien, cosa que hay que hacer siempre, pues aunque existe un encargado responsable de los mismos, como en cada vuelo se suel­tan las tiras de goma para que no pierdan su elasticidad, hay que verificar han sido bien colocadas, ya que si se cruzan no se abrirá. También es conveniente levantar la tapeta de tela y mirar los vástagos que pasan por las argo­llas, pues si están doblados al estirar de la anilla del pecho no correran y permanecería cerrado. Es de gran im­portancia el cerciorarse está todo en orden, pues puede ser objeto de sabotaje el cruzar las tiras y el doblar los vástagos, aunque siempre queda el albur de que hayan inyectado a través de sus cubiertas sulfídrico o cualquier otro ácido que queme la tela de seda, en cuyo caso al hacer uso de él se rasgará.

Asegurado está en regla, me lo pongo, así como el casco y gafas.

Monto en él, ajusto los tirantes, ordeno al mecánico que está sobre el ala dispuesto a la puesta en marcha: - ¡Contacto!

  


  

En una de estas unidades de asalto, en el Grupo 1 G 2 de la famosa "cadena" especializada en el ataque al suelo en vuelo rasante y continuado sobre las trincheras, sirvió Rafael hasta ser derribado el 13 de julio de 1938, en el duro frente de Teruel.

Fotografía de Rafael tomada por su hermano Wenceslao en Calamocha, Teruel, en enero de 1938.

Una de las últimas fotografías de Rafael, delante de su avión: el He-51.

Enrique Munáiz, amigo y compañero de Rafael, muerto en combate poco después de asitir a su entierro.

Otro emblema utilizado en un grupo de "La Cadena", llamada así porque de estos grupos de asalto actuaban como una noria en la que los aviones se sucedían en el ataque rasante a las trincheras y fortificaciones enemigas, con un sostenido fuego de ametralladora y lanzamiento de bombas de fragmentación e incendiarias, haciendo que el ataque se mantuviera durante mayor tiempo que el que se podía permanecer sobre el objetivo en el caso de pasadas individuales o en grupo, facilitando el avance de las fuerzas propias, al elevado precio de exponerse durante mucho más tiempo al fuego sostenido y concentrado de las armas ligeras y pesadas del enemigo, que además podía fijar su blanco mejor sobre esa "pescadilla mordiéndose la cola" de la cadena, que era la mejor forma de describir su característica forma de combate.

Emblema esmaltado del grupo 1-G-bis que llevaban prendido los pilotos en el uniforme.
Foto Canario Azaola

Con Julián Aragón Muñoz (Pelines), en el aerodromo (bastante embarrado) de La Calamocha.
Foto Canario Azaola

Con entusiasmo y valor los aviadores suplían la falta de capacidad de las máquinas con una entrega que produjo un elevado número de bajas en combate. Rafael, volando entre voluntarios como él, fue uno más de los caídos en combate, en el frente de Teruel, el 13 de julio de 1938.

En el libro "Cadenas del aire", su compañero de vuelo, José Luis Jiménez-Arenas, describe la muerte de Rafael:

El 13 (julio de 1938) se inicia por Sarrión la cuarta fase de la ofensiva de Levante, la más dura.

Actuamos apoyando las tropas de Varela y Solchaga. En el segundo servicio son alcanzados tres aviones, uno de ellos el del Turuta, le rompen el mando de alabeo, teniendo que pilotar con la palanca totalmente hacia un lado. Rafael Serra Hamilton, de madre inglesa, cae muerto sobre nuestras líneas. Va detrás de Talo, al salir del picado virando le vemos desplomarse envuelto en llamas. Desconocemos en aquel momento quién pueda ser.

Muñoz y Cuadra tampoco saben quién es. A medida vamos dando las novedades, nos miran angustiados. Al presentarse el último, el capitán dice con mezcla de pena y rabia: - Ha sido Serra.

Es la primera y única vez que he visto al Corto con lágrimas en los ojos. Recogido su cadáver, se coloca en una caja de pino en la entrada del pabellón. Durante la noche lo velamos todos por turno.

Talo, llorando, nos enseña una foto de fotomatón, que le regaló, dedicada 1úgubremente: "A mi amigo Talo, del R.I.P. Rafael Serra." Esta foto se la enseñó un día a Jorge Muntadas, "Muntaditas", quien le dedicó otra exactamente igual. También Jorge morirá al terminar la guerra.

Se trasladan sus restos.

Al día siguiente efectuamos dos servicios al mismo lugar donde cayó Serra.

 

Y así quedó para siempre en la memoria de su madre y sus 7 hermanos como el pequeño Rafael, aunque hubiera sido el penúltimo. Y por lo temprano de su muerte, quedó anclado en su eterna juventud, como tantos otros chavales recién llegados a la mayoría de edad que caerían en la triste guerra civil.

Su último vuelo era también el último vuelo del día y fue alcanzado por el fuego antiaéreo a eso de las 8,30 de la tarde. Afortunadamente, su cuerpo quedó cerca de las líneas propias y al día siguiente, en un avance de la infantería, se pudo recuperarlo.

El alférez piloto Rafael Serra Hamilton había cumplido 22 años el mes anterior.


A título póstumo, Alemania concedió a Rafael la medalla de la Orden del Águila Alemana, una condecoración creada por el estado alemán para premiar a personalidades extranjeras que hubieran destacado por su especial contribución a las relaciones con est nación y que estaba basada en las antiguas órdenes del águila roja y del águila negra de Prusia, ambas nacidas a principios del siglo XVIII, en 1701 y 1705, respectivamente.

Curiosamente, y en sus máximas categorías, en el mismo año de 1938, Charles Lindbergh fue condecorado con la Orden del Águila Alemana. También recibió ese mismo año la orden Thomas J. Watson, presidente de IBM, ya importante entonces, antes de la informática y la electrónica, y presidente también de la International Chamber of Commerce. Henry Ford, tuvo un trato más especial, la recibió en su 75 cumpleaños, el 30 de julio de 1938, como un homenaje a toda su extraordinaria carrera.

Mas adelante, el general Olof Thörnell, Comandante Supremo de las fuerzas armadas de Suecia y el explorador sueco Sven Hedin fueron distinguidos con la Gran Cruz de la Orden.

Finalmente digamos que General Motors, la mayor empresa mundial del motor, también fue distinguida con la orden de primera categoría, en la persona de su director para operaciones internacionales, James Mooney.