-  CARLOS -  PABLO -  ALBERTO -  LUIS -  FERNANDO-  WENCESLAO -  RAFAEL -  HUGO -

    
    
Carlos Serra Hamilton
    
    


    
    

En la agenda de Selina está escrito en el día 12 de diciembre el nacimiento del primer hijo en 1905, un varón como todos los que le seguirán, Carlos Alejandro Serra Hamilton.

Y el día 23 de diciembre, podemos leer que en 1905 "Se bautizó en Santa Bárbara Carlos Serra Hamilton, padrinos Dolores Lugo-Viña de Serra, Carlos Hamilton Monteverde. Es decir, Mamá Lola y el tío Charles.

    
     A este Carlitos lo vamos a ver mucho más que a los otros en las fotos familiares (su padre era fotógrafo aficionado y montaba su laboratorio fotográfico en casa cuando tenía tiempo) como un niño sonriente y tranquilo, pero entre todas las fotografías hay una excepcional y es la de Carlitos enfadado no se sabe bien con quién o por qué.


Pero antes de llegar a ella, habrá que empezar por verlo en su elaborada canastilla-cuna, que a su vez está puesta sobre un cojín y el cojín reposa sobre un fieltro, como si se quisiera resguardar al primero del duro mundo en el que ha venido a nacer.

Y vayamos después a Canarias, donde la orgullosa Selina posa junto a su padre, Charles H. Hamilton, con Carlitos con un soberbio sombrero y con Pablo en brazos, con el coro de un tropel de niñeras de distinguido y misterioso porte, casi como en una estampa colonial en los trópicos.

De vuelta al hogar familiar, Carlos va creciendo y ya tiene un hermano, Pablo, casi de talla, y con los dos en brazos o a horcajadas, que parece más postura militar, posa orgulloso su padre. Estos dos y Alberto van a ser "los mayores" durante bastante tiempo.

Como era el primero, no es de extrañar que su madre lo utilizara casi como su muñeco viviemte. Otras veces estaba rodeado de sus juguetes y entonces dejaba de ser él el juguete y se convertía en el rey de la casa, que para eso era el primero. Por cierto, resulta significativa su sobriedad, pero para aquella época seguramente dos piezas enteras y cabales debían ser mucho.

 

Y esta imagen tan peculiar fue la inspiración de un precioso retrato al pastel que hizo Wenceslao, con esta habilidad de algunos Serra para el dibujo y la pintura, como ya demostró su abuelo Francisco Serra en el siglo XIX.

Algo siempre se hereda, aunque solo sea el gesto y si no, fijaos en las fotos de los dos, tomadas con setenta años de diferencia ...

  

... y es que el nieto Jaime parece enfadarse con el mismo estilo y determinación que su abuelo Carlos.

Tampoco parece muy feliz luciendo el kilt de los Hamilton, por mucho que le dijeran que la falda en cuestión era cosa de hombres.


    
    

Hay muchas más fotos de carlos que de sus hermanos, cosa lógica al ser el primogénito; después, tras el nacimiento de Pablo y Alberto, el número creciente de niños diluyó bastante el interés por la instantánea individual y se pasó a la foto en grupo, que daba mejor idea de la realidad familiar y era una buena solución a la hora de tenerlos a todos bajo cierto control, que Wenceslao era un recto militar y no dejaba que se desmandaran, sobre todo sentados a la mesa, cuando la fusta permanecía (o se suponía que permanecía ) siempre a mano, por si hubiera que subrayar con un toque fusta la oportuna y única voz de mando, que repetir una orden es reconocer su incumplimiento.


    
    

Hijo y nieto de militares, no es de estrañar que Carlos posase con el arma al hombro, después fuera uniformado de soldado y terminara paraciendo un cadete de verdad. Ho hay la menor duda de que el primogénito se está portando como debe ser. Después segurían llegando los hijos y no se podría mantener el orden tan fácilmente, pero eso es lo que tienen la familia numerosas.

    
    

Aunque no todo iba ser disciplina, si no, dando una breve marcha atrás en el tiempo, véase como en 1909 también el football entraba en la composición fotográfica de estudio con un balón bastante chuchurrío que estaba hecho para posar, no para tratarlo a patadas, como es debido, y esperar que botase con alegría.

Con sus compañeros de clase. Aunque algunos llevan todavía patalón corto, a ninguno le falta el sombrero, como está mandado.

    
    

En 1920, con 15 años y el bachillerato en la recta final, Carlos ya era todo un mozo de buen ver, la verdad sea dicha. Por cierto, el sombrero sigue estando siempre a mano.

Finalmente, otra vez de uniforme, pero esta vez de verdad, haciendo su servicio militar en 1926-27, en el regimiernto de infantería Inmemorial del Rey nº1 y sin dejar de sonreir.

Y queda licenciado el 1 de noviembre de 1927, "Por haber extinguido, presente en filas, su periodo de servicio, en el día de la fecha se le entrega la fe de soltería y marcha con licencia ilimitada"

Seguramente su dibujo a todo color de un vaquero o caballista, como se decía entonces, era un producto de esa época, pues resulta muy evidente que el vaquero y el soldado de más arriba guardan notable parecido, los dos con los brazos en jarras y sonriendo a su destino.

Desde luego, lo que no se imaganaba al dibujar su cowboy era que otro Carlos, futuro hijo suyo, lo remedase unos veinte años después en Torrelodones, en la terraza de "Villa Beatriz", con uno de los primeros pantalones vaqueros que aparecieron por la España de antes de los planes de desarrollo.

 

    

  

    

1929:
A BARCELONA CON ALBERTO Y TIA FANNY
EN UN AUBURN DEL 26


El viaje a la Exposición Universal de Barcelona es un capítulo esencial en la vida de Carlos Serra, primero está el viaje en sí, con tía Fanny al volante de su flamante Auburn del 26, un sedan de dos tonos con ese parabrisas móvil combinado con visera tan peculiar de la marca americana, y con ellos van su hermano Alberto y su buen amigo José Antonio Pascual (Pascualín), que más se podía pedir...

Fanny al volante y Carlos, Pascualín y Alberto, posan con la colaboración de algún voluntario que les hace la foto de recuerdo en Sitges.

Tía Fanny, soltera, muy británica y más española todavía, sumamente moderna y sin ningún compromiso familiar, no podía por menos de querer disfrutar de la compañía de sus sobrinos mayores y lo de llevárselos de viaje nada menos que a Exposición Universal de Barcelona, era toda una aventura, porque a pesar de las nuevas carreteras construidas por Primo de Rivera, los más de 600 kilómetros de trazado difícil, con pasos de montaña, trazados sinuosos entre Madrid y Zaragoza, etc, supondrían sus buenas doce o catorce horas de marcha y bastantes paradas de todo tipo, incluidos los pinchazos que también están documentados fotográficamente.

Cualquier parada era suficiente excusa para echar un pitillito sin remordimientos.
Esta vez el fotógrafo era Carlos

La cosa es que todo este viaje también fue, sin que se percatasen de ello un recorrido por las causas de una crisis económica de gran importancia en la España de aquellos días que fue muy significativa para el futuro de Carlos, ya que su padre había ido apartando un dinerito para mandar a su primer hijo, entonces con 23 años y estudiando derecho, a la Inglaterra (así se decía entonces, aunque el destino fuera Escocia) de su madre y en especial para que aprendiese inglés y mucho más con la familia Hamilton.

  

En aquellos días, todos los que circulaban por una carretera eran compañeros de fortuna e infortunio y eso le salvó a Carlos, nada habilidoso, de tener que desmontar una rueda, desmontar también la cámara, repararla con un parche después de haber dado con el pinchazo o poner otra cámara de repuesto, volver a montar la cámara sin pillarla con el reborde de la cubierta ni aplastarla con los desmontables, hincarla y volver a atornillar la llanta al eje.

Como el trabajo pesado lo habían hecho José Antonio Pascual y Alberto y el amable señor de la bomba, Tía Fanny está muy satisfecha y exhibe la cámara feliz, como si la amorfa figura de goma fuera una serpiente capturada por ella sin más armas que sus manos y Carlos posa, como si también él hubiera sido protagonista de la jornada,

Pero esa reciente y necesaria red de carreteras y todas las fuertes inversiones públicas y, de manera especial, las muy suntuosas exposiciones universales de Barcelona y Sevilla que dieron una irreal sensación de prosperidad a todos, nacionales y extranjeros, hicieron que la deuda pública se incrementase desmesuradamente y se hiciera finalmente necesaria la devaluación de la peseta frente a la libra esterlina, y eso provocó un cambio de gobierno y, casi sin interrupción, la llegada, en 1931, de la turbulenta II Republica.

  

Parece difícil que hubiera en la Exposición Universal de Barcelona una tía y dos sobrinos con tan buena pinta como "los nuestros". Bueno, si existió un trío tan elegante, que nos lo demuestren debidamente.

Desgraciadamente, 63 años después, en 1992, el desorden económico del gobierno de Felipe González, con el añadido del excesivo gasto simultáneo en la Expo de Sevilla y en las Olimpiadas de Barcelona, fueron la causa de una crisis económica que llevó al paro a millones de españolas y a una nueva devaluación de la peseta. Parece mentira que las mismas dos ciudades estuvieran en el centro de dos crisis parecidas en el mismo siglo, como si nadie fuera capaz de aprenderse una lección que resultó tan similar como costosa en esas dos ocasiones.

Y carlos se quedó sin Inglaterra, se cerraron aquellas puertas tan prometedoras y no solo fue el fin para él, lo fue para todos los hermanos que perdieron la posibilidad de conectar a fondo con Inglaterra y lo que representaba. Y se quedó Carlos con sólo un poco inglés de andar por casa y sin ninguna relación de negocios con sus primos, así que se tuvo que centrar en España, en el umbral del 31, en unos tiempos nada favorables para la vida de cualquier español, fuera o no de la familia.

 

    

 

Pero hay que contar que Carlos y Pablo tenían otras aficiones muy comprensibles y deseables, sobre todo una de ellas: nadar, y más aún si se podía hacer en las playas del muy exclusivo y novedoso "Hotel del Inglés", un lugar de ensueño entonces, por ser el primer y único hotel junto al Mediterráneo.

Este  ex-castillo "del Inglés", con playa exclusiva y barcas de pesca siempre a mano para los que quisieran entrar un poco más adentro de ese mar solitario, es totalmente imposible de concebirse hoy, cuando la construcción se lanza sobre cualquier solar libre, si es que aparece alguno, los veraneantes llegan y se marchan en turnos que se solapan hasta que llega la hora de volver los mayores al trabajo y los menores a sus estudios.

Basta con ver su cara de felicidad para saber que estaba practicamente en el paraíso y es muy sencillo comprenderlo bien si se visita más detalladamente la página de ese lugar de ensueño

 

  

Siguiente capítulo: Carlos se casa...